El virus, cada vez más cerca de todos

Es brutalmente cierto cuando los médicos y especialistas afirman que la epidemia nunca se ha ido y que somos los humanos con nuestra memoria blandengue y la irresponsabilidad a flor de piel los que estamos provocando una tragedia mayúscula en nuestras propias familias y en nuestros entornos laborales y sociales.
Tres de cada 10 contagios a COVID-19, registrados en este país desde que comenzó la pandemia, ocurrieron en los últimos 55 días. En otras palabras, del millón 100 mil casos positivos que reporta la autoridad federal en México, 300 mil se registraron durante Octubre y Noviembre, lo cual revela claramente que todos hemos bajado la guardia justo en la etapa más peligrosa por el invierno que se acerca con todas las enfermedades estacionales como la influenza y otras igual de riesgosas para las poblaciones vulnerables.
Incluso quienes estamos al frente de un micrófono, una cámara o una computadora informando diariamente sobre la necesidad de “no bajar la guardia”, nos hemos ido relajando al cabo de los días, las semanas y los meses.
Seguramente es esa nefasta capacidad de adaptación que tenemos los seres humanos a los entornos que nos envuelven a diario, la que nos hace perder el miedo y olvidar por instantes el enorme riesgo que desde hace casi un año existe en todo el planeta para la especie humana.
En lo personal, durante los últimos 8 meses debo haber repetido junto con mis compañeros en la radio, en la televisión y en las redes sociales, por lo menos en 4 mil ocasiones diferentes el mismo llamado: “Por favor, no bajemos la guardia”, “use su cubrebocas correctamente”, “marque una sana distancia en cualquier espacio público”, “lávese las manos constantemente” y de ser posible, “evite salir de casa”.
Esta claro que por llamados a la responsabilidad colectiva no hemos parado desde los diferentes espacios de comunicación pública. Está claro también que no importa cuantas precauciones tomes a diario para evitar la tremenda experiencia de confirmar una positividad a la enfermedad, esta puede llegar en cualquier momento.
El virus está cada vez más cerca de cada uno de nosotros y por lo tanto, estamos obligados no solo a ser responsables con nosotros mismos y con los seres más cercanos, todos, absolutamente todos estamos llamados a reaccionar de manera inmediata y revisar enérgicamente nuestras medidas personales de disciplina, de responsabilidad, de higiene, de hábitos, de precaución, de información, de convivencia y de atención a este problema de salud pública que puede, en cuestión de días, cambiar literalmente el rumbo en la vida de cada uno de nosotros y de los seres que amamos y con los que por necesidad convivimos.
La experiencia de someterte a una, dos o tres pruebas para verificar una potencial positividad al virus del COVID-19 no resta en ningún momento la indeseable incertidumbre y hasta miedo a enfrentar un resultado positivo y con ello, a una batalla por la vida.
Sin embargo, esa es una circunstancia con la que tenemos que aprender a existir los seres humanos mientras no haya una verdadera solución científica que sea capaz de inmunizar a los de nuestra especie.
Lo grave, es el nivel de indefensión en el que vivimos todos, lo peligroso es el nivel de indiferencia o resignación que muestran millones de personas que aún sabiendo la dimensión del problema que nos envuelve a todos, no hacen algo, lo elemental por lo menos para cuidarse a ellos mismos.
Igual de grave es la perversidad de algunos políticos que sabiendo perfectamente que este es un reto sin fecha de caducidad, son capaces de manipular la información pública y los escenarios futuros haciendo anuncios sensacionalistas sobre la “próxima llegada de una vacuna” que comenzara a proteger a la población abierta.
Lo imperdonable, es la estupidez extrema que con orgullo absurdo muestran algunos nefastos personajes de la vida pública, quienes son capaces de ir más allá y desafiar los protocolos establecidos con muchas dificultades gracias a un cúmulo de mensajes equivocados que desde la máxima responsabilidad, se han enviado a los mexicanos.
Sus frases de: “Me quieren amordazado”, “el uso del cubrebocas da una falsa sensación de seguridad”, “Nosotros no caeremos en la tentación de condicionar las libertades del pueblo bueno y sabio…” son sin duda un reflejo de su mentalidad e intenciones, sin embargo, son también un peligroso riesgo al convertirse de inmediato, en un llamado a la irresponsabilidad, una actitud que puede seguir causando miles de muertes en un país dividido y donde la enfermedad es vista como una mera oportunidad política.
Por fortuna, en la clase gobernante no solo de México sino del mundo entero, son cada vez más las autoridades que han comprendido que no hay forma de poder sacar ventaja de esta desgracia mundial, y por tanto, ya muestran un cambio en el manejo irresponsable y perverso de la pandemia.
El tiempo, las cifras, los costos sociales y económicos, pero sobre todo las dramáticas proyecciones de una realidad que tendrá consecuencias muy graves, pasarán la factura a todos, pero en especial a ellos y ellas, quienes serán juzgados inevitablemente. Lo han calculado y lo saben ya.
El invierno 2020-2021 se acerca peligrosamente con las dramáticas consecuencias proyectadas para la especie humana. En México la pandemia se ha acelerado en su índice de positividad y contagios en por lo menos 20 estados donde comienzan a experimentar los primeros signos de la sindemia que representan el COVID-19 y la Influenza juntas.
Los difíciles escenarios están calculados ya para un 2021 que será mucho más letal de lo que ha sido este difícil año que estamos por terminar. Las autoridades mundiales responsables de la salud de nuestra especie lo saben, lo han transmitido a los responsables de cada país, sin embargo, esa “muy delicada” información no ha permeado con la seriedad e intensidad a que tienen derecho los habitantes de cada país.
La tentación de considerar a los habitantes como seres ignorantes capaces de no saber que hacer con la verdad, lleva aún, a muchos gobernantes a guardar un silencio cómplice y en el extremo, a manipular la verdad generando falsas esperanzas de una inminente vacuna “salvadora”.
No es así y muy probablemente no lo será en varios años, los gobernantes los saben perfectamente, y eso nos deja expuestos a una sola realidad: La epidemia va ganando terreno en una sociedad que por resignación o por distracción, está bajando la guardia y permitiendo más y más contagios.
Es incuestionable y tenemos que aceptarlo para tomar medidas extremas, el virus está cada vez más cerca de cada uno de nosotros.
Es tiempo de tomar acciones inéditas para evitar una tragedia histórica y estas acciones de llegar, llegarán solo de una población informada y decidida a defender su salud.
Por Iván Mercado